Poesía

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martes, 16 de abril de 2013

El Infierno Filosoficamente

Los primeros que se burlaron de los infiernos fueron los poetas. Virgilio unas veces se ocupa de ellos hablando seriamente en la Eneida, porque el tono serio era a propósito para su asunto, y otras veces se burlaba de ellos en las Geórgicas. Lo mismo hicieron Lucrecio y Horacio, Cicerón y Séneca. El emperador Marco Aurelio raciocina más filosóficamente que los citados escritores. Dice: «El que teme la muerte, lo que teme es verse privado de sus sentidos o experimentar otras sensaciones; pero el que pierde los sentidos no sufre ninguna pena ni miseria alguna, y el que tiene sentidos de otra clase se convierte en otra criatura.»
Algunos filósofos que no creían en la fábula del infierno deseaban sin embargo que esa creencia refrenara al populacho. De esos filósofos fueron TImeo de Locres y el político e historiador Polibio; que decía: «El infierno es inútil para los sabios, pero es necesario para la plebe insensata.»
Esto prueba dos cosas: primera, que Jesucristo no quería que se injuriara a nadie, porque sólo le incumbía a él como Señor llamar a los fariseos prevaricadores «raza de víboras»;  segunda, que los que injurian a su prójimo merecen ir al infierno, porque la gehena del fuego estaba situada en el valle de Ennom, en donde quemaban a las víctimas que sacrificaban a Moloch, y esa gehena simboliza el fuego del infierno.
Sólo usábamos la palabra «alma» para significar vida; ni conocemos a Dios, ni a sus ministros, ni a sus ángeles, mas que coma seres corporales: la distinción entre alma y cuerpo, la idea de otra vida después de la muerte, pueden ser el fruto de larga meditación y de sutil filosofía.
 

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