Poesía

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martes, 16 de abril de 2013

Un filósofo


 Es un hombre en busca de sabiduría. Sin embargo, la sabiduría no parece ser un producto muy abundante; nunca ha habido sobreproducción en esta área. Tal vez por eso, mientras más escaso es aquello que supuesta mente interesa y preocupa al filósofo, más inclinados nos sentimos a pensar que la sociedad necesita de él desesperad amente.
Desafortunadamente, no existe propiamente eso que llamamos "el filósofo"; ésta es una abstracción que sólo existe en nuestra mente. Lo que hay son filósofos; y los filósofos, en tanto que filosofan, están, o parecen estar, en desacuerdo en todo, incluso en los primeros principios de la filosofía. Cada uno sigue su propio camino. Así, ponen en tela de juicio todo aquello sobre lo que existe común acuerdo, y sus respuestas son igualmente conflictivas. ¿Qué se puede esperar de ellos para bien de la sociedad?
Por otra parte, la grandeza de un filósofo y la verdad de su filosofía son valores completamente independientes. Puede ocurrir que grandes filósofos se encuentren en el error. Por ejemplo, los historiadores otorgan el honor de ser "los padres del mundo moderno" a dos hombres, el primero de los cuales fue gran soñador y pobre filósofo, Juan Jacobo Rousseau, y, el segundo, pobre soñador y gran filósofo, Hegel. Y ha sido justamente Hegel el que ha sumido al mundo moderno en errores más profundos y fatales que aquellos provenientes de Rousseau.
En todo caso, este sólo hecho pone de manifiesto ante nosotros, sea para bien o para mal, el poder y la importancia de los filósofos. (Si no recuerdo mal, Esopo dijo lo mismo a propósito de ese órgano tan valioso: la lengua). Si la mala filosofía es una plaga de la sociedad, ¡qué bendición debe ser la buena filosofía!.

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