El hombre comienza a filosofar cuando pierde todas las certezas que tenía, cuando todo a su alrededor se tambalea y no tiene de dónde agarrarse para no caer. Esto es así porque la filosofía pretende ser un saber sin supuestos; es decir, que no parte de nada anterior a sí mismo.
Todos los otros conocimientos del
hombre parten de un conjunto de supuestos que no se discuten. La filosofía, en
cambio, pretender ser autónoma, no depender de nada. Por lo tanto las preguntas
que la filosofía se plantea, y que trata de responder, son las más
fundamentales para el hombre: ¿qué soy yo y qué es el mundo?
Dentro de estas preguntas esenciales
se hallan contenidas una cantidad de preguntas derivadas, como qué es la vida,
qué es el bien, qué es el amor, qué es la felicidad. Cuando se trata de
contestar a estas preguntas en forma sistemática y objetiva; es decir,
prescindiendo de preferencias personales, se está filosofando, se está haciendo
filosofía.La filosofía puede ser el producto de una crisis exterior, en la que lo que está en torno a mí parece vacilar y nada parece seguro, o de una crisis interior, en la que de repente comienzo a dudar de todo lo que hasta ayer daba por aceptado. En este último caso se produce lo que los griegos llamaban la admiración, cuando hasta las cosas más sencillas me admiran.
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